Azena

mis cosinas

Cuerpo

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sábado, 23 diciembre, 2006 Posted by | Fotos | Deja un comentario

noche cerrada en malasaña

mi barrio huele a porro

mi cama es un océano

y yo soy una isla

cuando vuelvas seremos un continente y ya no tendré miedo de las olas…

miércoles, 22 noviembre, 2006 Posted by | Poemas | 2 comentarios

El regalo del hada

Se asomó a la ventana y no vió más que estrellas. Todo había desaparecido a su alrededor. La habitación flotaba en un vacío negro, roto tan sólo por la débil luz chisporroteante de los lejanos soles. Ante sus ojos apareció un destello, que poco a poco fue tomando forma y se convirtió en una flor. Una flor luminosa que se abría al ritmo de la música más bella que jamás había oído. A medida que se iba abriendo algo aparecía en su interior. Una mujer muy chiquitita (no mediría más de diez centímetros) con unas alas transparentes. Se frotó los ojos y volvió a mirar. La mujercilla seguía allí y la miraba sorprendida. Empezó a hablar en un idioma extraño. Su voz sonaba como un montón de cascabeles. Hizo una reverencia. Giró trescientos sesenta grados sobre sí misma y desapareció. La flor siguió flotando ante la ventana, así que la cogió y volvió a entrar. Cerró la ventana y las contras y se volvió a la cama. A la mañana siguiente se despertó con una sensación extraña. Miró sus manos y encontró una rosa blanca. Y entonces recordó y se levantó de la cama por primera vez en muchos años, se vistió y salió a la calle. Y se dio cuenta de que el mundo era bello y empezó a bailar. Y bailó durante todo el día y toda la noche y siguió bailando durante toda su vida.

viernes, 10 noviembre, 2006 Posted by | Cuentos | Deja un comentario

Parlez-moi d’amour…

Habladme de amor, repetidme cosas tiernas, mi corazón no se cansa de escuchar vuestro bello discurso. Es porque habéis repetido sin cesar esas palabras supremas que os amo.

Vos sabéis bien que en el fondo no creo nada, pero mientras tanto aún quiero escuchar esa palabra que adoro. Vuestra voz de sonidos acariciantes, que la murmura temblando, me acuna con su bella historia, y a pesar de mí misma quiero creerla.

Habladme de amor, repetidme cosas tiernas, mi corazón no se cansa de escuchar vuestro bello discurso. Es porque habéis repetido sin cesar esas palabras supremas que os amo.

Es tan dulce, mi querido tesoro, estar un poco loco; la vida es a veces demasiado amarga si no creemos en quimeras; la pena se calma rápidamente y se consuela con un beso. Curamos la herida del corazón con un juramento que lo tranquiliza.

Habladme de amor, repetidme cosas tiernas, mi corazón no se cansa de escuchar vuestro bello discurso. Es porque habéis repetido sin cesar esas palabras supremas que os amo.

Jean Lenoir – Traducción de Azena

jueves, 19 octubre, 2006 Posted by | Traducciones | 1 comentario

El pasado

Gijón

miércoles, 27 septiembre, 2006 Posted by | Fotos | Deja un comentario

Cuento

Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivía una muñeca. Era una muñeca normal, con una dulce carita de niña buena. La muñeca esperaba día tras día que llegara un príncipe azul y la rescatara. Pero en realidad no había nada de qué rescatarla. Ella vivía feliz en una juguetería con otras muñecas, pero su existencia se le antojaba aburrida. Quería enamorarse y arrebatarse de amor y que su amor la llevara a correr aventuras. Todos los días se pillaba con un juguete distinto. Un día creía estar enamorada del caballito de madera y al siguiente del coche del scalextric. Pero ninguno le correspondía, y eso la hacía creerse infeliz. Cierto día se fijó en el viejo león de peluche, que lloraba en una esquina. Lo consoló y el leoncito fue muy cariñoso con ella. Así que se enamoró del león. Pero las muñecas y los leones de peluche no hacen buena pareja. Además, el león no se enamoró de la muñeca. Otro día, la muñeca se fue a otra juguetería y allí conoció a un vagabundo que ejercía de hombre orquesta para entretener al resto de juguetes. Inmediatamente se sintió atraída por él, pero el vagabundo no tenía amor para la muñeca. Se hicieron amigos y juntos revolucionaron la juguetería, pero el amor del vagabundo era para la barbie de la segunda estantería. Con él la muñeca aprendió a amar de verdad, sin esperar nada a cambio, y se dio cuenta de que antes de fijarse en el leoncito de peluche nunca había estado realmente enamorada. También aprendió que podía enamorarse un poquito de muchos juguetes, que su amor era infinito y que podía repartirse en varios infinitos. Pero lo que más le llevó fue aprender a estar sola. Al principio de la historia la habían separado de su niña, y ahora se sentía huérfana. Pero llegó un momento en que la muñeca dejó de sentirse sola y se dio cuenta de que era feliz. Entonces se decidió a traspasar la puerta de la juguetería e irse a correr mundo. Apenas había doblado la esquina cuando se dió de bruces contra alguien. El muñeco más guapo que había visto en su vida le sonreía y le tendía la mano. Y ella se dio cuenta de que él sentía algo parecido. Se dieron la mano y empezaron a andar. Y a pesar de que a veces a uno de los dos se le encogía el corazón pensando que estaba renunciando a algo (a algo que antes no tenían, todo sea dicho), siguieron mucho tiempo caminando juntos. Pero eso ya es otra historia, ¿no os parece?

miércoles, 20 septiembre, 2006 Posted by | Cuentos | Deja un comentario

Zorra a la brasa con salsa de aloe

Tómese una zorra de tamaño mediano (unos cincuenta y cinco kilos) y piel clara y déjese al sol durante unas cinco horas, a ser posible en un pueblo perdido de La Mancha profunda. Al cabo de ese tiempo la zorra ya estará color quisquilla y tendrá un ligero dolor en las zonas que más hayan sido expuestas. Si la exposición ha sido regular, probablemente el dolor se sitúe en la zona de la espalda. Para la preparación propiamente dicha necesitamos unas manos suaves y una buena cantidad de gel de aloe vera. Cogiendo un puñado de gel con las manos y repartiéndolo sobre ellas, proceda a untar bien la espalda de la zorra. Si el dolor de la zorra lo permite, aproveche la untuosidad del gel para hacerle un masaje. Si el dolor es más fuerte, limítese a esparcer el gel con delicadeza. Repítase la operación tantas veces como sea necesario, hasta que la zorra esté caliente. Si la zorra se ha dormido, despiértela con mimo. Esta receta debe servirse rápido y comerse bien caliente (si se enfría, la carne pierde su ternura).

lunes, 7 agosto, 2006 Posted by | Cuentos | 1 comentario

El sacrificio de la marioneta

Hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivía un titiritero. Recorría los caminos con una mochila a cuestas en la que guardaba sus marionetas y un pequeño escenario que había construido él mismo. Caminaba y caminaba, recorriendo pueblos y ciudades, y cada vez que veía un niño sacaba sus bártulos y le deleitaba con una función. Tenía un par de marionetas viejas y un montón de disfraces con los que cada vez creaba nuevos personajes para ellas. Cuando llegaba a un pueblo, los niños se arremolinaban a su alrededor y le pedían que creara un cuento nuevo para ellos.

Cierto día, cuando ya estaba a punto de colgarse la mochila a la espalda y partir, llegó corriendo un niño y le pidió que esperara un poquito más. Le dijo que su hermano estaba enfermo y no había podido ir a la función, pero que le gustaban muchísimo los títeres y que si podía por favor ir a su casa a contarle un cuento. El titiritero no se lo pensó dos veces y siguió al niño hasta su casa. Allí se encontró al convaleciente metido en su camita y le contó su cuento. Un cuento nuevo que nadie había oído, porque al titiritero no le gustaba contar sus cuentos dos veces. Una sonrisa se dibujó en las caras de los niños. Cuando vió cómo la ilusión se asomaba a sus ojos, el titiritero se enterneció y les regaló sus marionetas. Al fin y al cabo, les dijo, ya estaban viejas, ya tocaba hacer unas nuevas.

Salió de la casa con su teatro a cuestas, contento de haber hecho felices a los niños. Echó a andar hasta el siguiente pueblo y allí pidió asilo para esa noche y un poco de pan para aplacar su hambre. Pero las gentes del pueblo le tomaron por un vagabundo y le echaron con cajas destempladas. Antes, cuando llegaba con sus marionetas y hacía reír a los niños (y a todos, claro, pero eso no se decía muy alto), todos se desvivían por atenderle. Ahora no era más que un mendigo que no servía para nada. Se tumbó al pie de un árbol (menos mal que era verano) e intentó conciliar el sueño. Estaba preocupado por cómo le habían tratado y porque no sabía cómo iba a sobrevivir hasta que lograra hacerse con otras marionetas. Cerró los ojos y soñó. Soñó con sus marionetas y soñó con los niños y soñó que ellos sabían la respuesta.

A la mañana siguiente se levantó de buen humor (aunque tenía el estómago vacío) y puso rumbo al pueblo donde había dejado las marionetas. Cuando estaba acercándose oyó que las campanas de la iglesia tocaban a muerto. Se acercó con el corazón en un puño al cementerio y aterrado miró dentro del ataud. Cuál no sería su sorpresa al ver allí a una de sus marionetas, vestida con el camisón del niño y con las manos cruzadas en el pecho. Alzó la vista y vió un par de sonrisas. Los dos niños le miraban y se reían.

– Un ángel llegó esta noche y me quería llevar con él, pero tu marioneta le dijo que ella se iría en mi lugar. Por eso le estamos haciendo los funerales. Toma, aquí tienes la otra. ¿Te quedarás con nosotros hasta que hagas una nueva y nos contarás más cuentos?

Con lágrimas en los ojos, el titiritero abrazó a los niños y les prometió que se quedaría con ellos todo el tiempo que quisieran. Nunca llegó a construir otra marioneta, pero eso ya es otra historia…

sábado, 15 julio, 2006 Posted by | Cuentos | Deja un comentario

La dama de la luna

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Enciende su manto y alumbra a los peregrinos.
Destila su amor en el corazón de las doncellas.
Licúa su gracia en mis labios para que sepan a miel.

El texto es del 5 de junio de 2006, la foto del 23 de abril de 2005 (gracias a los sabios consejos de G).

domingo, 25 junio, 2006 Posted by | Fotos, Poemas | Deja un comentario

In memoriam

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lunes, 3 abril, 2006 Posted by | Fotos | Deja un comentario